06 marzo 2016

#magdalena2016/ ay el día que le pongan un toro a esta película

Se anunciaba un López Simón vs. Roca Rey en la Magdalena. Por eso tal vez ayer Enrique Ponce empezó su temporada con actitud de novillero voraz. Era otra película este mano a mano. Y la mejor noticia es que el público lo sabía. Por eso se rozaron los tres cuartos de plaza y nada más romperse el paseíllo el público obligó a que el de Barajas y el de Lima saludaran montera en mano. Más que al gesto, la ovación era al cambio que se les presupone. Aciertos y errores del cambio. López Simón y Roca Rey son capaces de mantener la tensión y de convertir el toreo en todo un ejercicio sorprendente, de no mover una zapatilla ni por asomo o subir a lo más alto todavía el riesgo asumido; pero si llega un momento en el que el toro es inexistente, las braguetas se antojan inútiles. Ay el día que le pongan un toro a esta otra película.


La tarde se movió entre la alta tensión que provocaron y mantuvieron ambos espadas y se estrelló ante el insuficiente encierro de Juan Pedro Domecq. ¿Qué raro, no? Faltó apariencia, pero peor todavía, faltó raza, casta, poder, embestidas que conmovieran, entrega que diera sentido a todo el derroche sin mesura de López Simón y Roca Rey, que vienen decididos a a darle un serio meneo al escalafón y a conmover a los tendidos. Pero para eso hará falta más toro.

Esto solo acaba de empezar. En Castellón han hecho pasar miedo y el runrún era de que estos son de los que arrastran el público a las plazas de toros. De toros. Pues bienvenidos.

En el balance final López Simón se llevó el triunfo. Tuvo un cacho más de toro. Roca Rey ni eso. Cortó solo una oreja y porque prácticamente se dejó matar. Tanta era la emoción que la falta de toro le obligó a poner. Luego, se estrelló contra la nada más absoluta.

Mira como fue aquello que el toro de la tarde fue el zambombo, atacado de kilos y amelocotonado que hizo primero. Cuando lo arrastraron entre leves palmas, pensamos, que el peor sea como este. Tuvo clase y buen fondo de raza. Verónicas a pie firme de López Simón. Esto ya tenía otro guión desde el minuto uno. Dos costaladas como para partirse en dos con esos 590 kilos que se pega el toro por exceso de celo y entrega. Y hasta con eso pudo el animal.

Alberto López Simón ha quitado por chicuelinas. Y lo hace y lo hará como aquellos toreros banderilleros que se esperaban a que el público le reclamase los palitroques. Simón espera que el segundo tercio se organice para decir, esperad que voy yo. Hay sentido del espectáculo. La pena, que no hubiese momento para un segundo puyazo, aunque fuese simulado, para excusar un quite del rival y así un vis a vis en toda la tarde.

Desde el primer muletazo atornilla la planta. Entre toro y torero no cabe un suspiro. Sin tensión, los dos pitones dentro de la muleta. De purísima y oro el terno y pura la colocación. Encuentra toro, se lo pasa por la barriga, le aguanta el parón, y otro más. El personal se agarra al asiento el regordío melocotón sigue dando de sí y presenta el órdago final. Y todo envuelto de una mística especial que cala arriba. El toreo se convierte en emoción. La espada se le va abajo. Cae una oreja. La gente ha visto algo nuevo.

Roca Rey recibe a su primero por cordobinas y lo remata con una larga con las dos rodillas en tierra. Luego gallea por tapatías y quita por chicuelinas ajustadísimas ligadas a tafalleras. El Juan Pedro carece de casi todo. El inicio es por ayudados en el mismo platillo. Las arrucinas ligadas con el de las flores. Muchas balas de sorprendente toreo. Derroche valdío. El toro es un mazazo. No da ni pie a inventarse un triunfo. La estocada casi entera en la yema es la mejor de la tarde.

López Simón vuelve a la carga. En el platillo, de rodillas en redondo, con el toro viniendo como un tren. Poca mecha. Pronto López Simón saca petróleo de la corta distancia. Los parones. Los pitones en la barriga. Le cuesta cada vez al JP, LP --quien todo lo hace despaci-- lo espera y encuentra el momento para sorprender. A eso juega su tauromquia en esos terrenos. Encadena circulares donde ya parece imposible. Otro espadazo caído y oreja.

El quite por talaveranas al cuarto de Roca Rey es, al final, lo más lucido de una actuación que se estrelló en la ausencia de toro. Con el capote a la espalda, apurando mucho para sacar el capote y la zapatillas inmóviles. El comienzo es con un cambiado en el último momento. Inverosímil el espacio. Los pitones rozan lentejuelas ahí y siempre. Se  enrosca el toro a la cintura La Roca. Se agota el depósito. El arrimóm es interminable. Por benardinas casi que deja partir en dos. Una oreja arrancada de verdad.

Quinto y sexto están ahí colocados porque sus hechuras son las más juampedro de todas. Pero el público ya está avisado. Ambos blandean y por ambos se protesta. Simón para animar aquello hace un quite por faroles de rodillas y luego arrolla en exceso. Un apretón más. Insoportable hasta para el público. De pasar miedo. Pero sin toro...

Muy blando el sexto. El picador no hace ni sangre y Roca Rey hasta se ve obligado a ahorrarse el quite. De pena. De rodillas, en el inicio, Roca Rey pega hasta un trincherazo, que servidor no había visto en la vida. La entrega desmedida y realidad de no tener rival enfrente.

Se estrellaba Roca Rey y López Simón arrancaba el triunfo. Sorprendían, ponían el listón de la entrega por las nubes y aprendían de que sin toro esto es imposible.


FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Castellón, 5 de marzo de 2016. Toros de Juan Pedro Domecq de baja presencia y faltos de raza y poder. López Simón (oreja, oreja y ovación) y Roca Rey (ovación, oreja y palmas). Dos tercios de entrada (unas 8.500 personas)

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