09 septiembre 2014

#feriadealbacete/ el valor de román arrolla la puerta grande y el toreo de sentimiento de pepe moral se va a pie

Me volví a encontrar a aquel señor con más de 60 años de toros a la espalda que me contó lo contento que había vuelto a casa después de ver torear a un chaval en València. Y me lo volví a encontrar a la salida de los toros, pero esta vez en Albacete. Aquel chaval, ya de matador de toros, volvía a torear. A la salida de los toros saludaba a Nacho Lloret. En València nunca te he dicho nada, pero aquí sí, me ha alegrado verte, le decía. Volvía a estar contento, sin duda. Aquel chaval que hace un año le había quitado 30 tacos de encima, eso me dijo, había abierto la puerta grande de Albacete. El viaje lo había gozado. Su hija volvería a ver feliz a su padre. Y Román, aquel chaval, este chaval, había reivindicado su sitio en tarde de compromiso, en feria postín, y a cojón limpio. Así, con descaro, embistiendo él, jugándose el pellejo y dejando dos espadazos inapelables.


La tarde era un a ver quién puede más. MiguelTendero, el de casa que quiere ser, volver a ganarse el hueco que de repente se le esfumo; Pepe Moral está empeñado en confirmarse como el torero revelación de la temporada; y Román, con la alternativa reciente, parece que tiene asumido que en esta jungla se tiene que abrir el camino a bocados y no dejar pasar pasar ni media oportunidad, porque con eso tienen suficiente para para decirte adiós muy buenas y si te he visto no me acuerdo.

Pero aún sin llevarse el lote más propicio, sino todo lo contrario, Román apretó nalgas y se atornilló con absoluto descaro. Venía Tendero de cortar una oreja con sabor a poco y Moral de enviar al traste un faenón por la espada, cuando Román se tropezó con un zambombo de Jandilla. Le dio opciones, le ofreció distancia con insulso el resultado y de repente se montó encima, se pegó el arrimón, trabó los muletazos sin respiro ni aire y de repente le había dado la vuelta a aquello. El público metido, la banda no tuvo ni opción a tocar y un espadazo para asar al jandilla y levantar la oreja. Oiga, esto cómo ha sido.

Así, y volvió con el sexto. Un tío. Los dos tíos más grandes con los que servidor ha visto a Román en una plaza de toros. Los dos hondos. Este sexto, engallado. La gaita arriba. Basto. Bruto. Y reservón. Román se lo deja crudo. Aunque a toro pasado, mejor así. Había planeado alguna vez en los capotes. Le robó y vendió un quite en los mismos medios por caleserinas. El toro planeó abriéndose en un muletazo de la primera tanda. Solo uno. Por el izquierdo se le metió dos veces y lo derribó. Haciendo la croqueta, Román se libró por los pelos. Por el derecho le hizo una liposucción al vientre e hilvanó varias lentejuelas. Mas Román no se amilanó y siguió avanzando. Ganó espacio entre los pintones e instaló las zapatillas y empezó tirar, a tragar y a tirar. El ay en el cuerpo. Bricaba el personal en los tendidos. Asustados todos. Y Román ahí, entre los pitones, la muleta segura. La pelea. Si no fueron cinco minutos initerrumpidos con la taleguilla a tres palmos de los pitones, fueron seis o siete: toda la faena. Se apodero, cruzó el límite. Abusó y ganó una mano en terreno de hule. La banda esta vez sí rompió a tocar, pero cuando ya estaban todos con la tila. La estocada, casi mejor que la del tercero, rubricaba el trofeo y la puerta grande.

Hubo dos toros de triunfo a golpe cantado. Los dos primeros jandillas. Preclaro por son y alegría en la embestida el primero. El segundo de más hacerlo, coserlo a la tela y hacerle descolgar. Pepe Moral ahí se reivindicó y confirmó todo: es el torero revelación de la temporada. Su forma de hacer el toreo está preñada de personalidad auténtica. Lo siente y en cada muletazo se rompe y se desgarra. Es la cintura quebrada, es la barbilla pegada -pegada, hundida-- al pecho que se va tras la embestida, es las plantas asentadas y el compas abierto en su justa medida. Tras un inicio no propicio, una primera tanda. Al segundo muletazo paró los relojes. El temple se podía palpar. La velocidad detenida: el mando del toreo. Lleno de toro, enroscados los muletazos. Los naturales dibujados por abajo. Era el toreo en la dimensión del sentimiento. La espada mandó al traste el triunfo. Un pichazo, y dos más siendo cogido. La taleguilla hecha trizas. Vuelta al ruedo.

El público estaba con él. Pepe Moral se la jugó con el quinto. Faena en la que acortó distancias por sistema. Mucho atragantón, un gañafón del tobilló a la barbilla lo silueteó y algún muletazo hondo y sentido. Había que ganar mucho la acción, aprovechar la inercia. Tres ligados en redondo. Un estocada corta  y un descabelló. Una oreja.

A Miguel Tendero le pudieron las prisas. Atacado, no imprimió la suavidad que exigía el buen jandilla que abrió plaza. Bruscos los remates de los muletazos. Faltó ritmo a la faena. La oreja premió la voluntad. El cuarto fue un remiendo de El Cortijillo. Toro con poder en los primeros tercios. Excesiva entrega de salida, a contraestilo de su procedencia; en la faena de muleta quedó parado y distraído. El arrimón seguro de Tendero no valió.
 

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