22 agosto 2014

#astenagusia14/ josé garrido logra una cima propia de figura del toreo

Por voluntad propia, creándose su propio hueco en la que tal vez, por rematada y apretada, es la mejor feria del calendario y puerto obligado para cualquiera que mande o quiera mandar en esto, el novillero extremeño José Garrido se citó con la historia, su propia historia, de la que apenas aún no ha escrito ni dos capítulos y recitó una mañana de toros al alcance sólo de los privilegiados. Con seis novillos de variada casta y expresión de El Parralejo en Bilbao, José Garrido subió una cima que solo alcanzan las privilegiadas figuras del toreo.

Porque es casi imposible cuajar una mañana así, bilbaína a más no poder, encapotada, fresca, sin viento y hasta con lluvia, y en la que el toreo se expresó con semejante suficiencia. Desde el minuto uno José Garrido, agarrado al piso, avanzó adelante siempre, según dictado del toreo y no escatimó un alamar en su objetivo. Total la entrega y la disposición. Al primero le tragó en faena a toma y daca, lo crujió por abajo y se puso por el izquierdo aún sabiendo que no lo iba a perdonar por ahí.

De la forma de parar a los toros de capa, a la riqueza de los comienzos, a la profundidad y ajuste de los muletazos. La tauromaquia de Garrido dio una lección de amplia gama ante una novillada de El Parralejo que desde la casta puso múltiples argumentos desde el bruto primero, el enrazado y bravo segundo de nombre 'Hostelero', que aunque en cada arranca su mugido era como un quejido, se recrecía conforme más despacio era el vuelo, pasando por ese quinto que sacó el temple más agradable para paladear el toreo que entonces brotó si ayuda en toda la faena, recordando al solo de José Tomás pluscuamperfecto de Nimes.

Fueron en total seis orejas. Una a primero, tercero, cuarto y sexto; y dos al quinto tras esa faena si ayuda, con la muleta natural sobre ambas manos, faena con los vuelos, airosa, con un naturales que fueron una brutalidad. Y no fueron más porque al segundo, El Parralejo más completo de la tarde, más a más y enrazado, lo pinchó.

Garrido toreó. Apenas se le fue una embestida por ceñir y embascar. Y lo hizo todo con pausa, si una carrera o aspaviento de más. Torería personal. Banderilleó sin demasiado acierto al quinto y al sexto, cuando el triunfo y la salida por la puerta grande ya estaba firmada, se fue a porta gayola.

José Garrido logró lo que muy pocos: Cuajar una tarde en solitario en su totalidad, sin fisura alguna.

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