25 julio 2014

feria de julio/ lección de abellán en la experimental noche de julio



Fue una lección de Miguel Abellán. Solvente, fácil. Y torero. La torería no entiende de horas. Está claro. Y la pureza lo justifica todo. Que la Feria de Julio merece cambiar de hora para encotrar un nuevo sentido. Pues vale, si es con noches así, con esa actitud tan pura y tan de verdad como la de Miguel Abellán, de blanco y plata, sin imposturas, como es él. Como siempre fue. Pues adelante. Como si las ponen a las ocho de la mañana. Yo, vengo.

La torería. Diría que Abellán hace ya casi 20 tacos que se presentó en Valencia de novillero. Vestido igual y, ahí la casualidad, en otra nocturna. Aquella noche en los carteles la b de Abellán la cambiaron por una uve. Pero entonces ya desparramó la misma entrega y torería que en esta noche experimental de julio de un nuevo siglo que ya pesa. Lo que hemos ganado es madura y asolerada torería.

Así, un Abellán vestido de Abellán era la mejor señal de torería de la noche. Sin entrega y simplón el primero de su lote con el hierro de Las Ramblas. Blandeó y lo hizo todo a media altura. El tumbo del piquero fue más por demérito del caballo que otra cosa. Quitó El Fandi con un capote con el que debe dar gusto torear. Sedoso y frágil, le voló perfecto incluso por chicuelinas.

La disposición de Miguel Abellán tenía un poso que dio sentido a la noche, a toda la noche y a lo que queda de feria. Inspirado, asentado y torero. Le brindó a la concurrencia y tras salirse con el toro, se puso a ligar los muletazos en redondos redondos. Como la mejor versión de Abellán. La ligazón en un palmo. Talones hundidos, la cintura envuelta de embestida. Y el de Las Ramblas que respondía al reto. Ahí sacó su fondo. Toda la corrida lo tuvo. Pero solo surgió cuando hubo temple, que es cuando la casta da lo mejor de sí. Apareció Abellán el artista y también el guerrero. Tres molinetes en los mismos medios para solvetar un momento en el que aquello pareció venirse a menos. Y otra vez, el pulso y el atragantón: llegaba al de pecho y era Abellán el que no movía una zapatilla hasta salirse con la suya. La zurda le voló templada y despaciosa, pero ya demasiado tarde como para recrearse por ahí. La faena estaba hecha. Propia de torero maduro, en sazón, pero también de quien tuvo y retuvo la raza de plantarle batalla a cualquiera de los mejores y de tú a tú, sin escatimar un alamar.

Más torería en su capote al parar al quinto y en el incio saliéndose a los medios. Su poderosa y templada mano diestra volvió a surgir. En redondo, rebozado de toro en todos y cada uno de los de pecho. Un cambiado. La firmeza, el temple. Esa ligazón perfecta. El mando en la muleta y el gusto por torear con todo el cuerpo. Se sentía Abellán, andaba por la plaza, bajo la noche,  con tremendo gusto. Ese poso que distingue a los buenos toreros. Volvió a tomar tarde la zurda. Es el único pero a su noche. Cerró al toro por ayudados. Se fue a por la espada cuando no había más. Pero quiso unas manoletinas. Y ahí, volvió el sino de este torero, tan acostumbrado a unir a sus triunfos las notas del drama. Fea la voltereta. Tremenda la paliza. Sin aire, con las costillas tocadas y medio grogui, dejó un pichazo hondo que bastó. Noche de poesía y épica, de torería en fin, de un Abellán que se fue por la puerta grande convertido en un héroe.

Además de la lección de Abellán, la importancia de una corrida de Las Ramblas que sacó casta, buen fondo cuando se les hacían las cosas bajo los cánones del bien torear y que también se agrió cuando, por ejemplo, le metían el pico por el ojo y los trataban a puñetazos.

Rompió la noche, qué poético, uno de Las Ramblas chivatón. Queriendo aparentar más de lo que era. Las puntas hacia adelante. Le dio una larga Padilla y poco más. La poesía se le acabó al Ciclón. Entre manso y bravucón, el de Las Ramblas, reservón. A puñetazos uno y otro. Padilla abrevió. Que la noche no le inspiró se vio después, cuando salió el cuarto, de nombre 'Pasacalle', y puso a todos firmes y la corrida nocturna quedó en capea. De bravo en el caballo, venció en los dos primeros encuentros, derribando espectacular al piquero de tanda y al que guardaba la puerta. Por los pechos levantó, empujando de atrás, a los dos pencos de Navarro. Y en la tercera, poco le faltó. Pronto, fijo y de buen tranco, a Padilla le dijo ahí te quedas cuando lo violentó una y otra vez y el muletazo en vez de caricia era un insulto.

El Fandi le cortó una oreja de poco peso al tercero. Cinco largas en el tercio y más allá en el saludo, chicuelinas, lopecinas y un tercio de banderillas que calentó al personal, precedieron una faena de toreo superficial, de más acompañamiento que mando a uno de Las Ramblas sin maldad ni entrega que se movió con torpeza. Estocada. Y oreja de baja estofa. Y es que la noche venía cara según la había puesto el chaval del Maletilla de Plata ¡Oro!

Lo más destacado del Fandi al sexto llegó con la capa. De todas las marcas, cayó incluso una chicuelina de rodillas. Emocionante galope en banderillas, era el expreso de medianoche, pero con la muleta no encontró pulso y se le agrió a Fandila.

Abellán salió de la enfermería y se fue por la Puerta Grande. Roto y dolorido. Pero qué noche más torera la suya.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia, 24 de julio de 2014. Toros de Las Ramblas de correcta presentación, con buen fondo y a más cuando se les hicieron bien las cosas. Destacaron segundo, quinto y el bravo cuarto en los primeros tercios. Juan José Padilla (silencio y silencio), Miguel Abellán (oreja y dos orejas) y El Fandi (oreja y silencio). Algo más de media plaza (unos 6.500 espectadores).

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