26 agosto 2013

#astenagusia13/ urdiales por naturales en una victorinada de sostenida emoción

Corrida de sostenida emoción la de Victorino Martín para cerrar unas más que buenas Corridas Generales de Aste Nagusia 2013. Interés desde el principio, variedad, casta y por momentos mucha clase. Una corrida de toros, seria, sin exageraciones, puntas al cielo, en tipo. Y ahí fue donde resaltó 'Playita', que le correspondió a un Diego Urdiales que, con permiso de Ponce o Fandiño, cuajó, probablemente, la faena de la feria al toro de la feria.


Fijeza, entrega, recorrido, temple y esa forma de meter la cara. Urdiales hizo el toreo. Cada embestida pesaba y adquiría en la muleta tremenda profundidad. Pero había que ser capaz de imprimirla, ajustarla.

Playita fue fino y vareado, abierto de cara. En cárdeno oscuro, con un varetazo en el costillar y de pronta entrega al saludo de capa donde ya Urdiales cuajó la verónica hasta más allá de la segunda raya. Picado mal, pero fijo en el peto, sin oponer mucha resistencia. A la primera serie, el toreo y la profunda y seria embestida, con mucha pausa, como recreándose o poniendo a prueba el corazón de un Urdiales que se encajó, jugó la cintura y corrió la mano con tremenda naturalidad. Dos tandas que vencieron al viento y dieron la bienvenida a la lluvia en medio de una intensa emoción. Un cambio de mano dejó volar la muleta natural. Y por ahí Urdiales llegó a levantar al personal de los asientos. La colocación y traerse la embestida muy enganchada, a los vuelos y ese tranco de más, muy dormido al pasar por la faja. De nota el toreo al natural y el pitón izquierdo de una gran toro, 'Playita', que al final sería premiado por el Club Cocherito como el toro de una Aste Nagusia en la que ha habido unos cuantos toros buenos y de nota.

La faena fue de dos, pero se quedó sin espada. Diego de Arnedo se volcó saliendo trompicado del pinchazo con el acero y rebañado por el toro con mucho peligro. Pese al descabello, un orejón bárbaro fue para Urdiales.

La tarde deparó otro enclasado pitón izquierdo en el cuarto de la tarde, 'Gallatero', encastado, muy en bravo, yéndose de largo en la segunda vara. Ferrera, que estuvo torerísimo toda la tarde, ante las complicaciones del pitón derecho en la primera serie, tomó la zurda, la dejó muerta y se rebozó el animal como pocos.

El pitón izquierdo de este 'Galletero' debiera ser examen para el escalafón entero. De alturas concretas a cada serie y protestas al mínimo error, pero un temple ideal cuando Ferrera lo enganchaba en la amplia gama de naturales que tuvo que desplegar. Más rotos de cintura, más encajado y vertical, de muleta muy rastrera, con apenas los vuelos o muy de frente y entregado a pies juntos, siendo por poco cogido feo. La faena estaba hecha, la cabeza de Ferrera midio perfecta los tiempos y para matar se dejó al bravo venir y lo recibió con un espadazo de premio. Matías debería tener los plomos aguados de tanta lluvia que ni se enteró. Era de oreja.

Ferrera empezó con tremenda disposición ganándole terreno al serísimo Victorino que abrió la tarde, 'Cucador', que puso un ritmo adormilado, dejándose en varas, con un trotecillo nada cómodo y aprentando a los adentros en banderillas, que cumplió con orden el extremeño.

No regaló media embestida, Ferrera imprimió mando y gusto con tremenda capacidad en medio de un atento silencio: había un toro. Con él andó Ferrera muy acompasando a la hora de administrar las embestidas, las mejores por el izquierdo. Las extrajo con naturalidad, sin retorcimientos. Y cerró por el derecho ya más entregado que al inicio que venía más vencido. Ferrera por encima de un toro, en fin, y muy medida la faena. Se fue a por la espada cuando tocaba. Ovación para el toro de salida y al arrastrarse. Y ovación al matador.

Hubo una alimaña en quinto lugar. Torerísimo estuvo Urdiales, tragándole y toreando sobre las piernas. Pero sin duda el lote menos agradecido fue para El Cid. El tercero por corto viaje y sexto por tardo y aplomado. Un atleta, enfibrado hasta el rabo, fue ese tercero, pero no tuvo a bien romper hacia adelante con generosidad y siempre tendió a quedarse debajo. Sin malas ideas, pero no se iba. El Cid estuvo en plan especialista, técnico, pero sin brillo. Y al sexto lo consintió, lo espero, sin pesarle esa incertidumbre, pero sin encontrar luz. Pincho al primer encuentro y a la segunda mató conforme se matan los toros: de espadazo en todo lo alto.

Y así fue como acabaron unas Corridas Generales de nota en las que prevaleció toreo y un buen puñado de toros que lo permitieron y le dieron sentido a esta Aste Nagusia. Bilbao.

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