17 octubre 2012

¡que los pongan dos tardes en el próximo san isidro, ya!

Pisar Las Ventas en el último festejo de la temporada no debe ser cosa de cualquiera. Unos cuantos son los que darían el no rotundo a la fecha, otros muchos los que se agarrarían al clavo ardiendo como si no hubiera mañana por ver si sonaba la flauta y pocos, muy pocos, los que suman méritos para tragar con tan incómoda fecha de cierre de campaña, muy poco agradecida, con todo un invierno por delante y una primavera para medir sus frutos. Tanto que ganar como tanto que perder. Por eso la actitud y disposición --en ocasiones desmedidas-- de la terna compuesta por Eduardo Gallo, Miguel Ángel Delgado y Arturo Saldívar no dio lugar a la duda y merece ya una meta en en el futuro de la próxima temporada. Por ejemplo, dos tardes cerradas para el póximo San Isidro sin tener que volver a pasar por el túnel obligatoriamente.

La corrida de Samuel Flores, abierta y despampanante de cuerna, lució la mansedumbre por bandera, y cuando no, la desesperante falta de casta. Por no saber, algunos no sabía ni utilizar sus inmensas arboladuras para atacar, para embestir. El primero embestía con las palas, mejor dicho: arrollaba. De fea manera. Huyendo, sin celo. Al tercer capotazo levantó del suelo a Eduardo Gallo y cuando lo tuvo en las pezuñas lo perdónó.

Eduardo Galló trajó una tremenda actitud. Sobrecogedora. Ni una opción, tal vez una rendija por el pitón izquierdo. A Gallo le debió parecer una océano de esperanzas y echó las cuentas: diez muletazos, no más. Y con todo su valor que sí es como un océano (o dos), se fue al tercio y le puso la zurda tras muletazos de tanteo. Así: agarradas las zapatillas al piso y la muleta por delante. Como si el milagro fuera a suceder, y el manso fuera a entregarse a los vuelos. Pero ese milagro no pasó, sino otro: al tercer intento al natural firme, sin más ventaja que el querer engancharlo de adelante, el manso dijo ser un cabrón, saliéndose del mando y lanzando la cornada. Quedó la taleguilla partida y fue lo menos que podía pasar. Pero volvió el torero al mismo pitón, la volvió a poner y el Samuelón se rajo de forma vil y cobarde ante el valor de un Eduardo Gallo, que de pronto había dado una lección de torería sin guiños a la galería y había demostrado todo lo que está dispuesto a ofrecer. Por eso mismo, racanearle un par de contratos en el próximo San Isidro sería caer muy bajo.

Y lo mismo puede decir Miguel Ángel Delgado. Pues la situación es la que es. Y tener a toreros como Gallo en el banquillo o no dar la cancha que merecen novedades como Delgado es apostar por el aburrimiento, el más de lo mismo y la no renovación del escalafón.

Miguel Ángel Delgado lleva una rato en esto. Sus tardes de matador sobran para contarlas los dedos de una mano. Tiene una expresión cándida y frágil, con aires de torero de los 40, estrecho y con una chaquetilla de frontal muy abrochado, pero cuando hace el toreo su expresión llega de forma especial. Lo demostró con el segundo de la tarde. Sin duda el Samuel de mayores posibilidades de la tarde. Capaz de venir de largo y tomar la tela por abajo en el envite que le propuso Delgado, callado y dispuesto. Todo muy por delante. Que no tiene el temple pulido, sí. Pero que se le ve un gran fondo, también.

Como a Gallo se le sigue viendo, pero ahora de forma de forma más nítida: capaz como siempre, dispuesto y sobre todo concienciado de hasta dónde puede llegar. En una temporada complicada y crítica como ésta ha logrado sacar cabeza de forma meritoria. Y todo comenzó el 6 de mayo pasado. Le bastaron dos medios toros para que el Gallo de Salamanca alzase la voz. Pero este 12 de octubre el premio o reconomicimiento se quedó sin samuelón que le metiese la cara. Negado su lote. El valor y la disposición quedarón patentes. No quedó nadie sin enterarse.

Como también se explicó a la perfección un Arturo Saldívar con ganas de marcha. Capaz de tirar del carro del toreo mexicano y de ser gente aquí. Sin nebulosas, fue muy directo al grano. Desde el quite que le hizo al segundo. Y en su turno, si no fue con el primero de su lote, muy blando, tenía que pasar con el sexto. Arrimón a carta cabal, a más e inventándose un toro con dos perchas. Lo mata y le corta la oreja.

Ahí hay tres para darle argumento a un San Isidro que en su próxima edición de 2013 no necesita de rellenos, sino de verdadero interés y apuesta por la competencia. Los que quieran nadar y guardar la ropa, mejor se abstengan.

[VÍDEO]

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