28 septiembre 2012

bous a algemesí/ ¿lo de josé tomás en nimes se interpreta ya de cualquier manera?

Algemesí, 27 de septiembre. Sexto festejo de la Setmana de Bous. Novillos de Lagunajanda, bien presentado y nobles en general, el segundo fue premiado con la vuelta al ruedo. Álvaro Sanlúcar (vuelta al ruedo y silencio) y Gonzalo Caballero (oreja y oreja). Por la lluvia empezó con retraso con un tercio de plaza y acabó con más de medio aforo.

Algemesí y su Setmana de Bous pueden con todo. La borrasca soltó agua ininterrumpidamente desde hora y pico antes. Sin excesos, pero de forma constante. El cuadrilátero estaba a buen recaudo cubierto con la lona. A eso lo llaman organización. En los corros --que son los chiqueros en Algemesí-- cuatro de Lagunajanda con lustre y finura de cabos. Y acartelados, dos gallos de la novillería: Álvaro Sanlúcar y Gonzalo Caballero. El comienzo se demoró solamente poco más de media hora. La gente, desperdigada por los bares y las casetas fue acudiendo. Y del tercio escaso acabamos con más de dos tercios allí en los cadafales y eso que no era día.

Pero mereció la pena. Porque la novillada de Lagunajanda sacó nobleza y dejó explicarse. A Leguadulce, el segundo, lo premiaron con la vuelta al ruedo en una faena que tiene más polémica que miga. Y si no llegan a desbaratar la calidad del tercero en el caballo, la cosa habría sido de empate o habría ganado éste, que se llamaba Lima.

Gonzalo Caballero abrió la puerta grande sin excederse en lo que a toreo se refiere. Lo más torero, el inicio al tal Lenguadulce, hacia afuera, rodilla en tierra, empaquetado con un cambio y un largo de pecho. Eso, y el estocadón al cuarto.

Caballero se pasó de ratonero --que dicen en la jerga-- con el buen segundo. Con tranco, y muy pronto, se vino siempre. Muy compuesto Caballero, sí, pero sin imprimir reposo ni mando. Sucedió la faena a enorme velocidad y la cortó cuando todavía estaba aquello entero. Dos series por cada pitón y una con cambiados haciendo el poste, y a por la espada. Y Lenguadulce, muy móvil, a su aire, yendo y viniendo, repitiendo en series cortas y rápidas, todavía tenía para más. Pero ya el colmo es que al volver de recoger la espada Gonzalo Caballero vino preguntando que si lo mataba, provocando el indulto. Dos cosas: o se pensaba que estaba en otra plaza o la lección tauromáquica de José Tomás en Nimes ya empieza cada uno a interpretarla a su libre albedrio como si nada. Fue una oreja para Gonzalo Caballero y la vuelta al ruedo para un novillo que como principal virtud tuvo la movilidad y más ya no le exigieron.

La otra oreja se la arrancó al último, por el soberano espadazo de efectos fulminantes, y por asustar en exceso. Faena de arrimón, de mucho viaje al pitón contrario, muleta retrasada y varios ays cuando lo sorprendía antes de estar colocado o cuando el novillo lo veía al hilo. Para medir el valor, puede valer. Una oreja y puerta grande.

Álvaro Sanlúcar, que como Caballero es de la camada de este año en cuanto al debut con picadores, se quedó con una vuelta al ruedo. Fue en su primero. Novillo cuajado, noble y a menos. La idea de Sanlúcar no es mala. Buscó la ligazón también muy aferrado a la arena y la largura de los muletazos. En su contra, la pierna retrasada, que le resta hondura al trazo y ajuste con la embestida. La vuelta al ruedo fue el premio menor tras el fallo a espadas.

El tercero, con cuello y raza para tomarla, de salida lució entrega y rebozada embestida por ambos pitones, pero un puyazo caído provocó la lesión que le hizo perder las manos de forma repetida. Mas, Álvaro Sanlúcar no tiene el temple del enfermero y aquello entre traspiés y enganchones varios no tuvo más historia.


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