26 agosto 2012

toros en bilbao/ perera, premio gordo en la lotería de alcurrucén

Plaza de toros de Bilbao, 25 de agosto de 2012. Octava de las Corridas Generales de Aste Nagusia. Toros de Alcurrucén de correcta presentación y de variado comportamiento, aunque algo faltos de raza en general. Los mejors 2º y 5º, por nobles. Exigente el 3º y mansos y descastados el resto. Enrique Ponce (ovación en ambos), Miguel Ángel Perera (oreja y oreja) e Iván Fandiño (ovación y ovación de despedida). Tres cuartos de entrada (unos 10.000 espectadores).

Un aurresku en honor de Enrique Ponce por sus 55 paseíllos en Bilbao tras 23 temporadas de matador le dedicó la Junta Administrativa y la afición de la plaza de toros de Vista Alegre. De esta misma temporada hay que apuntar que son los tres últimos con un resultado de: puerta grande, una oreja y un imposible con los de Alcurrucén, que el año pasado echaron la corrida de la Aste Nagusia. Ponce también estaba anunciado entonces y tal vez por eso repitió. Pero éste, le tocó que no. Una serie y media a izquierdas al primero de la tarde, extraída de puro alquimista con el delicado temple de los flecos de la muleta, fue lo mejor. Luego el abreplaza le cantó la gallina y el cuarto, sin clase ni gracia ni raza, se negó. Ponce se quedó sin toro con que celebrar la efeméride junto a 'su Bilbao'.

La corrida de Alcurrucén evidentemente no repite título. Fue un amplio muestrario sin cimas, más bien justo de casta y  de pura lotería. Del conjunto, dos toros llevaban premio de millones nobleza, y ambos fueron para Miguel Ángel Perera, que luego puso lo suyo para argumentarlos hasta cortar una oreja de cada uno.

Ya se puede considerar afortunado Perera porque lo de Alcurrucén fue una ruleta. Vicios y virtudes en los núñez que crían los Lozano hacen equilibrios en ese fino alhambre que sostiene casta o la falta de ella, y van y vienen constantemente a lo largo de la lidia, que nunca parece que sepas qué va a ser en el momento determinante. Como si girara la ruleta a la espera de qué embestida te deparará el alcurrucén de turno.

Protagonista era Ponce hasta que concluido el primer capítulo, la tarde tomó otro aire que duró hasta la muerte del tercero. Uno de los argumentos del cartel era el cruce Perera vs. Fandiño. Pero la historia duró poco porque uno acaparó todas las sonrisas de la suerte y el otro los peores gestos.

Iván Fandiño fue quien abrió fuego. El colorado (en claro) segundo, de salida un tanto huidizo, había planteado una lidia costosa, sin ganas de peto ni caballo. Pero el quite por gaoneras de Fandiño al toro de Perera abrió caminos. Temple especial del toro y Fandiño buscando un cuerpo a cuerpo que ya ni tendría ocasión.

Fue Perera quien ya a partir de ahí tomó ventaja en el duelo particular con una primera faena de temple y línea recta, y embestida dormida, muy lenta, excesivamente lenta, conducida sobre ambas manos y prácticamente insípida por la falta de emoción del nuñez. Ahora, el espadazo soberbio dejó al toro rodado sin puntilla en tiempo récord. Con menudo sopapo recuperó Perera su sitio con la espada. Ya de por sí, la estocada merecía la oreja.

El tercero, más en castaño, también de espíritu libre, metió la cabeza abajo en la salida. Del no al sí en el caballo, la corrida no se picó fácil. A la muleta llegó con el tic-tac de dos pitones nada claros y la casta mordiente con mucho que torear. Fadiño abrió por el izquierdo con menos entrega, y corrigió; y luego buscó el derechó, más profundo pero con menos viaje. La diestra y su mando ortodoxo soportaron el peso del toro, lo arrastraron y lo remataron atrás. Meritorio, tanto que si el espadazo llega a ser suficiente y a no necesitar de descabellos, cae premio.

Fue arrastrarse el tercero y de repente caer en la cuenta otra vez de que Ponce andaba por ahí metido, 55 paseíllos después en Bilbao, en esa guerra, al menos como testigo. Y no dejaba de asombrar todo: su historia y las circunstancias del momento. Figura de época, la ovación a la muerte del cuarto fue el enésimo reconocimiento y el detalle para decir que esta historia continúa.

Si había un Alcurrucén más parecido al segundo ese era el quinto. Colorados en gama clara, listón oscuro ambos. Expresión repetida y nobleza supina. El quinto con un tranco más, un punto de emoción mayor. Pitón derecho para desarrollar todas las perrerías. Perera muy asentado sobre las plantas con la suerte descargada, imprimiendo temple y ligazón de líneas rectas, dejándose llegar mucho al toro, un bendito. La pierna adelante solo lo era en el primer cite. Por el izquierdo, se abría en exceso y no se iba. La estocada de primeras un tanto atravesada y perpendicular. Por eso fue necesario el descabello. La petición y la oreja.

El sexto, de capa castaña, se lo guardó todo llegado el momento decisivo. Reservón y midiendo siempre. Haciendo hilo cuando era capaz de tomar el tercer muletazo. A menos. Fandiño cuando lo tuvo visto fue a por la espada y punto.

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