26 septiembre 2011

toros barcelona: catalunya, tu t'ho perds

(VÍDEO DEL FESTEJO)
La hipocresía venció en pos de una sociedad mejor, más civilizada, dicen los hipócritas malabaristas de la política rastrera ante una sociedad manipulada a su imagen y semejanza. Qué cutrez. Los toros bravos y su significado decidieron que sobran en Catalunya, que la tauromaquia resulta salvaje para negar toda su carga artística, cultural y ecológica, y que más que todo eso lo que de verdad molestaba era el hedor patriotero de ciertas mentes obtusas.

Y su mensaje esnobista cuajó hasta expulsar la tauromaquia, también, por cierto, maltrada desde sus mismas entrañas.

Ho sent, però, Catalunya, tu t'ho perds.

De la última tarde de toros en La Monumental cuesta escribir por la impotencia, la rabia agarrada a la garganta formando una inmesa bola que no deja pasar el aire y por la prohibición a gentes de bien a desarrollar su afición --y su afición no se apaga por ello-- en Catalunya.

Nunca antes los casi 20.000 seres humanos habían vivido tarde igual en La Monumental. Esta era la última, era el final, no hay previsto un próximo cartel ni tampoco una nueva temporada por motivos políticos en nombre de la democracia, ésa que se ha pasado a la --supuesta-- minoría por el forro cual dictadura.

A 'Duda Alegre' de El Pilar se le abrió por última vez la puerta de los toriles, que se cerró hasta que la esperanza viva. Serafín Marín, natural de Montcada i Reixac, su matador. También el último, todo lo último. Luego, la nada por imposición. Como simbolizaba el cartel obra de Miquel Barceló: la plaza sumida en la oscuridad y el toro imponente que la sobrevuela, como huyendo a allá donde exista luz, donde lo admiren y respenten, y eso, por el momento, no podrá ser en Catalunya.

Y el toro ajeno al momento histórico puso cuantas complicaciones fue capaz en su salida, apretando, rebrincándose y tomando las telas de cualquier manera, sin mucho celo y bastante dejadez. Pero luego la faena transcurrió como los ánimos, indecisos entre convertir la tarde en un momento eterno, sin querer ver el final, o en un funeral. Se fijó el toro y se puso Serafín. En redondo tomó vuelo aquello. El toro pareció recrecerse; a mitad toro y torero, como apuñalados, se desvanecieron. Un suspiro en el que pareció que la faena se iba al traste, para luego volver a retomar el toreo en redondo. Largo trasteo, como si Serafín torease con el nudo en la garganta que le han hecho tragarse. Las manoletinas de las que no cejó hasta cuajar la tanda sin enganchones. Y la estocada de corazón. Las dos orejas, la emocionante vuelta al ruedo. Dos picadores montados en el patio de caballos ¿Un sobrero? No, falsa alarma. La ovación a Serafín, su beso a la arena de La Monumental y el llanto.

He llorado varias veces en una plaza de toros: alegría, triunfo, dolor, bravura, superación, arte, pasión, miedo o por un simple abrazo; pero nunca había llorado de rabia, de impotencia... y conforme se iba hacia las tablas Serafín Marín, hundido, a derrumbarse sobre el estribo, el llanto y el grito: ¿Y ahora qué!

El sobrero no era necesario sino era para devolver la razón a quien impone su moral. Los toreros se miraban unos a otros, la estampa fue el momento exacto de la puñalada trapera de la política y la ignorancia. La puñalada la sentimos todo y el rostro fue de dolor e incredulidad.

Unos segundos mirándonos unos a otros y la decisión: Vámonos con la dignidad que no tiene quienes con su decisión destilan superioridad sobre los demás. Los matadores Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín se envolvieron del pueblo, de la afición mundial que los levantó a hombros entre banderas y una pancarta que decía 'continuará...' y los aficionados que no veían el momento para abandonarla La Monumetal, pisando su ruedo, recogiendo arena o cualquier recuerdo hasta que la libertad vuelva.

Decir y contar el faenón de José Tomás por naturales al segundo de la tarde, ¿para qué, para quién? Para quien lo siente y lo seguirá sintiendo. El Pilar fue de embestida preclara desde la salida. El saludo a la verónica fue todo un ramo que cerró en los medios con media. Era la tarjeta de visita. José Tomás y Barcelona, la historia los lleva unidos desde ya hace para siempre. Así que otra vez.

Blandeó el toro, mas luego se vino arriba. Faena de izquierdas. De un temple exacto, largo trazo. De José Tomás --vestido precioso luto y oro con remates gruesos, muy a la antigua-- en estado puro, entregado y encajado:creador. Moldeando la casta, dándole sus tiempos y distancias al toro, y embarcando con el vuelo frágil de la muleta. Planta asentada y compás abierto, metón hundido y ese José Tomás que lleva el toreo al infinito. Firme, con las femorales expuestas una serie de trincherillas que finalizan en molinetes --cosa muy de Ponce-- y la plaza en pie, que es como se ponía tras cada serie. La estocada con toda la fe. Las dos orejas y el canto de un euro para el rabo. Una obra de arte para la historia y la memoria colectiva.

Antes Juan Mora había dejado pinceladas de su personalísimo sello con un toro noble que fue a menos en su embestida. El cuarto, peor, flojeó de casta y se empleo poco o nada. Mora se justificó en las cercanías del toro y con una buena estocada. La corrida no estuvo sobrada ni de presencia ni de casta. El lote se lo llevó José Tomás. El primero de Serafín se lo puso complicado, pero nunca rehuyó, ya lo podía mirar y medir, que el catalán siempre busco el pitón contrario y puso la muleta por delante consciente del riesgo y también del compromiso. Lo que pudiera pasar no sería más que la prohibición que le niega su propia vida desde el Parlament de Catalunya, su tierra.

José Tomás no volvió la cara ante un toro que dijo poco pese a su calidad. Todo lo puso el torero. El quite por gaoneras fue emocionante por toda la verdad que encerró, la del toreo. Una verdad prohibida por otra que quiere imponerse.

Catalunya, tu t'ho perds. T'ho perds i per això eres menys lliure.

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